¿Una solución comunista al cálculo económico?

Ago 5 • Mutualismo • 13105 Views • 3 comentarios en ¿Una solución comunista al cálculo económico?

 

“Si hemos de ajustar la producción a muchos más hechos de los que podemos conocer, una señal que tenga en cuenta la mayor parte de ellos es mejor que ninguna. Los viajeros no desechan el mapa de un país desconocido que han de atravesar por descubrir que no es totalmente exacto.” – Friedrich A. Hayek.

 

Ardegas ha traducido un ensayo de Robin Cox sobre la controversia del cálculo económico desde una perspectiva anarcocomunista, en el que el autor trata de demostrar que es posible administrar eficientemente los recursos de una gran sociedad sin la necesidad de precios ni mercado, y lo que es más importante, que dicha forma de “socialismo descentralizado” es más eficiente que el propio mercado.

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El ensayo se divide en dos partes: en la primera parte, el autor critica los presupuestos de eficiencia del mercado que toman como base los austriacos. Robin Cox sostiene que los precios de mercado no toman en cuenta las externalidades (contaminación, daños a terceros, etc.), que no reflejan las preferencias de los individuos, ya que estas están determinadas por su poder adquisitivo, que no existe relación entre los costos reales y los costos monetarios y que no es posible conocer los precios futuros con antelación, por lo que la actividad de los empresarios es siempre incierta y tiene como consecuencia el derroche de recursos.

 

En la segunda parte, el autor plantea algunos mecanismos para superar el sistema de precios: el cálculo cuantitativo, el sistema autorregulado de existencias, la ley del mínimo y una jerarquía de necesidades para producir.

 

 

Antes de comentarlo me gustaría puntualizar que el autor comete los mismos errores de generalización con respecto al mercado que los que achaca a Mises y Hayek en relación al socialismo. Por ejemplo, Robin Cox achaca al mercado, y no al Estado, las causas de la pobreza.

Por otra parte, el argumento esencial de Ludwig von Mises contra la planificación comunista, esto es, que el cálculo económico racional es imposible sin precios de mercado, es independiente de la forma en que se planifique la economía, siempre y cuando no permita tales precios. Así nos dice él:

 

“Para el estudio de los problemas de la economía socialista es secundario saber cómo se forma este órgano y cómo llega a expresarse en él y por medio de él la voluntad colectiva. Poco importa que este órgano sea un príncipe absoluto o la colectividad de todos los ciudadanos de un país, organizada en democracia directa o indirecta.” [1]

 

 

Comencemos con la crítica que hace Robin Cox. Él sostiene que el precio no refleja “los efectos del mercado en el medio ambiente”, pero si lo observamos atentamente, nos damos cuenta de que los problemas de externalidades son consecuencia de una deficiente demarcación de los derechos de propiedad. Un sistema de justicia competitivo podría establecer aproximadamente los daños que provocan los contaminadores sobre los propietarios afectados y reclamarles una indemnización que automáticamente pasaría a reflejarse en el precio.

 

Otro de sus argumentos es que el mercado no refleja las preferencias reales de los individuos, ya que estas se ven cercadas por la capacidad adquisitiva de cada uno. A esto podría contestarse que en un mercado realmente libre, incluso en uno que partiera de la igualdad más estricta, el nivel adquisitivo del individuo iría en función de las valoraciones de los demás individuos de su propia producción, por lo que su capacidad de compra sería simétrica a su capacidad de producción.

 

Para comprender esto y que Cox no nos acuse de entrar en un bucle, podríamos reducirlo a su expresión más simple: en una comunidad de trueque, la capacidad de compra de un individuo X está directamente determinada por la valoración que hace el individuo Y de su producción, en relación de la valoración que hace él de la producción de Y. Si ambos presentan sus productos en el mercado, será la valoración mutua la que determine el poder de compra de cada uno, que variará a su vez en la medida en que satisfaga las necesidades de ambos.

 

En realidad, Robin Cox acusa a esta explicación de tautológica porque no advierte que tanto la compra como la venta están determinadas por valoraciones recíprocas y, por tanto, no se pueden examinar unilateralmente.

 

 

 

También sostiene que los precios de mercado no reflejan los costos reales. En este caso, Cox se blinda de la refutación:

 

“La afirmación de que los costos de mercado implican «costos reales» solo se puede probar si existe un método que demuestre una correlación entre los costos de mercado y los «costos reales», y solo se podría demostrar tal correlación midiendo unos contra los otros, sin embargo, esto significaría que los «costos reales» se podrían medir independientemente de los costos de mercado, lo que refutaría el ACE.”

 

En primer lugar cabe señalar que sí es posible demostrar que el mercado refleja los costes reales. Si aceptamos el presupuesto que hemos tratado antes de que el precio sí refleja las preferencias de los individuos, entonces parece claro que el mercado es capaz de medir los costos reales, esto es, los costos de oportunidad, comparando los precios de las distintas mercancías a la hora de realizar una inversión.

 

En segundo lugar, aun si no fuera posible demostrarlo, tampoco lo sería desmentirlo y ese punto de su argumentación quedaría neutro.

 

 

Cox también sostiene que es imposible medir exactamente los costes, pues el empresario tiene que tomar siempre las decisiones bajo una previsión imprecisa de los precios futuros de los bienes que produce y, como desconoce estos, derrocha recursos.

En general, Mises y Hayek reconocían que existía un nivel de incertidumbre, en ocasiones muy alto, en las decisiones económicas; sencillamente señalaban que los precios de mercado, junto con una moneda estable, eran la única forma de minimizar los costos de tal incertidumbre.

Entonces, Cox tiene que demostrar que el comunismo libertario es capaz de reducir la incertidumbre de las actividades económicas, lo cual parece poco probable si tenemos en cuenta que el comunismo no puede percibir la intensidad de la demanda, ni anticiparse al futuro, ni posee los incentivos para un acercamiento mínimo.

 

 

Por último, Robin Cox ataca el mercado porque considera que los costos del sistema bancario y financiero son innecesarios, lo cual, en realidad, solo puede aceptarse si se acepta previamente que los precios y el mercado son innecesarios. En cualquier caso, Cox necesita demostrar que el ahorro en los sistemas bancario y financiero compensa los errores que le son achacados a la ausencia de mercado.

 

 

 

En la segunda parte del ensayo, Cox propone algunos mecanismos para superar los precios.

 

El primer mecanismo es el cálculo cuantitativo, que consiste en hacer una especie de “recuento de inventario” sobre las mercancías que son necesarias.

 

El segundo mecanismo es un sistema autorregulado de existencias, que se consigue calculando la tasa de rotación de las existencias, modificando su intensidad sobre la marcha para adaptarse a las demandas. Para disponer de cierto margen de maniobra, Cox propone la creación de un “colchón de existencias” con el que suplir los desabastecimientos momentáneos.

 

El tercer mecanismo es la ley del mínimo, que establece que el aumento de la producción no depende de la totalidad de los factores, sino del factor necesario más escaso (llamado factor limitante). Esto quiere decir que si para un bien X son necesarias 2 unidades de A y 1 de B, y disponemos de 1 unidad de A y 4 de B, el factor limitante será A, puesto que es el que necesitamos aumentar para obtener más unidades de X.

 

El último mecanismo consiste en la creación de una jerarquía de necesidades de producción basada en Maslow, primando las necesidades “primarias” sobre las necesidades “secundarias”. Con la intención de refinar el mecanismo, también se propone un sistema de puntos para evaluar el rango de los diferentes proyectos.

 

 

Ninguno de estos factores consigue, en realidad, poner fin al problema del cálculo económico en el comunismo. Este problema consiste en reducir toda la información dispersa a una unidad común (en el caso del mercado, es el precio) para saber cuál es el mejor uso de los recursos disponibles. Efectivamente, el cálculo cualitativo no consigue establecer una comparación entre las distintas combinaciones de bienes como para establecer cuál es óptima. El sistema autorregulado de existencias implica un cálculo previo de la rotación de las mismas que solo puede establecerse mediante los precios y que, cualquier caso, el autor no resuelve.

La ley del mínimo solo puede orientar pobremente la producción, puesto que carece de mecanismos para seleccionar el mejor bien sustitutivo del factor limitante. Y, por último, la jerarquía de necesidades no da ninguna respuesta al problema del cálculo económico racional y, además, establece una jerarquía de prioridades que no guarda ninguna relación con la que pueda poseer el individuo.

 

 

Para ilustrar todo esto basta el sencillo ejemplo de la materia prima y las industrias.

 

Dado un depósito de la materia prima X que abastece a dos industrias, A y B, el mercado distribuirá la materia prima en función del precio que adquiera en el producto final de las industrias A y B. Si la industria A obtiene más dinero por su producto acabado que la industria B, estará dispuesta a pagar más por la materia prima X y podrá abastecerse de mayor cantidad.

 

En cambio, bajo el comunismo descentralizado es imposible resolver este problema: ni el cálculo cualitativo, ni el sistema autorregulado de existencias ni la ley del mínimo lo consiguen, y la jerarquía de necesidades, por su parte, solo podría establecer una proporción de suministro arbitraria entre las dos industrias, puesto que no guardaría relación con la intensidad de la demanda de los individuos.

 

 

Por otro lado, y para finalizar, Robin Cox supone un entorno de economía estática. En el supuesto más realista de una economía dinámica, el comunismo no puede establecer con precisión qué porcentajes de tierra, capital y trabajo se dedica a las distintas tareas. Por ejemplo, si la demanda de judías descendiera, ¿cómo podría determinar qué porcentaje de tierra, capital y trabajo deben transferirse y a qué otra rama? Añádanse, además, los posibles falseos de información por parte de las unidades de producción, con el objeto de que los órganos de planificación no detecten el déficit o la ausencia de demanda de su producción que obligue a suspender sus actividades.

 

 

Puede concluirse, en definitiva, que las soluciones de Robin Cox son insuficientes para hacer frente a los problemas económicos de una sociedad a gran escala.

 

[1]: El Socialismo, Pág. 137.

 

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3 Responses to ¿Una solución comunista al cálculo económico?

  1. rafael hotz dice:

    interessante… no sabia que anarco-comunistas habiam tentado solver el problema del calculo economico…

  2. […] ha respondido en su blog a mi réplica de Robin Cox, con lo que continuamos con el debate sobre el cálculo económico en el comunismo […]

  3. Meurssault dice:

    saludos, y felicitaciones x el blog
    personalmente discrepo con la critica a la alternativa comunista libertaria frente a la escuela austriaca… sobre todo en el sistema de precios…

    puesto que la existencia de un precio implica necesariamente la existencia de una moneda

    si existe una moneda, debe existir entonces alguna entidad que la emita (un estado, una corp privada). Una entidad emisora de la moneda (estatal como un banco central o privada como la reserva federal de usa) tendria a su haber un importante control de las finanzas (o el agente externo que coaccione sobre esta) en un conglomerado social puesto a que decide cuando emitir y cuando no, a quien repartir y a quien no repartir, la tasa de cambio, etc

    Si habrian varias entidades que emiten la moneda entre si compitiendo (y sin enmarcacion territorial), como se evitaria la especulacion y como se fijaria la tasa de cambio? hasta donde se el cupo para la emision de la moneda en el sistema imperante se basa en los flujos de capitales en la moneda en cuestion con respecto a otras monedas. creo personalmente que ese mercado se monopolizaria x no decir espontaneamente

    una diferencia fundamental entre el ancap y otros anarquistas, es que los primeros centran sus fuerzas contra el estado coactor (a veces suelen aceptar el estado gendarme) y los ultimos rechazan en principio toda forma de autoridad venga de donde venga. no creo que el estado caiga a punta de rezos y flores, mas bien ataca y nos desaparece y nadie nos llorara, y si lo tumbamos pienso yo que habran personas prestas a reinventarlo
    salud y anarquia

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