Descentralización y mutualización de los servicios «públicos»
Este es un capítulo del ensayo de Kevin Carson aparecido en la web de la Alliance of the Libertarian Left titulado Un programa político para los anarquistas. Creo que rescata el proyecto de Larry Gambone (mutualize!) de devolver a las comunidades los bienes del Estado, privatizándolos para sus consumidores. Es muy interesante por varios motivos: uno de ellos es que resuelve de una vez el problema de la colonización de los bienes estatales, ya que posibilita un reparto igualitario de los mismos sin necesidad de ningún “organismo centralizado” –en ese aspecto me recuerda al eterno debate entre Stiwie y WG. Y por otra parte, el artículo, además de mostrar un camino para acabar con el Estado, puede ser una respuesta eficaz a la objeción clásica al mutualismo (o a cualquier otro anarquismo de mercado) de “¿qué haréis con los que no pueden valerse por sí mismos?” puesto que es evidente que unas organizaciones barriales como las que propone Carson son mucho más proclives a ese tipo de beneficencia que las empresas privadas de las que suelen hablar los anarcocapitalistas. Sin más, ahí va.
DESCENTRALIZACIÓN Y MUTUALIZACIÓN DE LOS SERVICIOS «PÚBLICOS»
La policía, los servicios públicos, la salud y los servicios de bienestar deberían ser delegados íntegramente a la comunidad o al nivel de la vecindad, y controlados siempre que sea posible desde una base cooperativa con el control del «cliente». Al mismo tiempo cada unidad demográfica de unos miles de personas – pequeñas ciudades y barrios urbanos – debería organizar el gobierno sobre el modelo de una democracia directa, con reuniones públicas y comisiones de consejeros municipales, para ejercer el control de tales funciones de gobierno.
Las comisiones estatales para las escuelas de las grandes ciudades deberían ser eliminadas, y cada escuela se convertiría en una cooperativa de consumidores, con el director y el personal convertidos en «consejeros municipales» responsables ante los padres. Intenté calcular la matrícula mínima para una educación de calidad, suponiendo que los padres de veinte o treinta niños reunieran su propio dinero para formar una escuela cooperativa. Teniendo en cuenta cosas como el alquiler de una casa para el espacio de clase, y contratando al profesorado, el costo anual no sería de más de 1500 dólares por niño.
Existiendo colegios “públicos”, por otra parte, se gastan más de 6000 dólares. La mayor parte de la diferencia radica en la proliferación de burócratas parásitos con salarios de prestigio, y en el hecho de que la aureola de majestad del Estado requiere diseñar arquitecturas estalinistas en los terrenos más caros de la ciudad.
Este es un modelo común. Cuando tratas de calcular cuánto costaría organizar este servicio para ti, y lo comparas con lo que pagas, resulta increíble. ¿A dónde va todo el dinero? Va a financiar la burocracia parásita centralizada, que no tiene incentivos para ahorrar. Es asombroso lo creativa y ahorrativa que puede ser la gente corriente cuando gasta su propio dinero, en lugar de botines robados.
Los hospitales «públicos» y municipales deberían ser hechos públicos de verdad y organizados bajo una base cooperativa, con los encargados de la administración directamente responsables ante quienes los usan. Me gustaría ver la reacción de los burócratas de oficina, que rezuman tópicos zalameros sobre los «servicios públicos», cuando averigüen que el público es realmente quien manda.
Pero la cuestión del control es sólo un primer paso. En última instancia, tenemos que alejarnos de nuestra adoración ciega de la autoridad protectora, y nuestra creencia de que «los expertos» están en un edificio grande de cristal y acero. Como en el caso de los colegios, la descentralización a nivel vecinal causaría ahorros masivos. Y adquiriendo responsabilidades sobre nuestra propia salud se reduciría considerablemente la demanda de hospitales. Preveo una clínica en cada barrio, propiedad de sus pacientes, con un personal mínimo de MDS y muchas más enfermeras y paramédicos para dar cuidados básicos a domicilio. Sería una mezcla de la Clínica Cooperativa de Berkeley y el chino «doctores descalzos.»
Hasta donde es posible, se pondría más atención en la prevención, y la integración de medicina alopática, neuropática y alimentaria. Cuando tales métodos no fueran suficientes, los miembros de las clínicas locales tendrían acceso a equipos más especializados de alta tecnología, propiedad conjunta de todas las cooperativas barriales de una región. El plan de estudios de la facultad de medicina se parecería más a lo propuesto por Andrés Weil, que a lo propuesto por la industria farmacéutica.
El objetivo último en cada caso es el de organizar estos servicios de forma voluntaria, con la base del coste, financiados por honorarios de los usuarios y deudas en lugar de impuestos, y así eliminar la distinción entre el Estado y la sociedad. Pero la viabilidad de hacer esto a corto plazo varía en cada caso, y en algunos debe esperar a la liquidación final del Estado. Algunas cosas, como la educación, no pueden ser llevadas desde una base voluntaria y de costos hasta que la liquidación del privilegio cause una distribución más igualitaria de riqueza.
Un candidato para la reorganización inmediata en base a los costos son las utilidades (N. T: los servicios de gas, agua, electricidad, etc.). La mayor parte de los incentivos de la extensión urbana son falsos, en el sentido de que fuerzan a los habitantes de áreas más antiguas y centrales, a pagar tarifas más altas para subvencionar a aquellos que se instalan en nuevas áreas (con la división por zonas de códigos contra los tenderos vecinos y el desarrollo de varios otros tipos de empleos, que también deberían ser suprimidos). La eliminación de las subvenciones a los combustibles fósiles y a la energía nuclear, y a empresas de utilidades (gas, agua, electricidad, etc.), con el control por los contribuyentes en pequeñas unidades de toma de decisiones, será un incentivo poderoso a la conservación y el empleo de energías alternativas. Muchos decidirían dejar la red (de gas, agua, electricidad…) en parte o totalmente, y cavarían sus propios pozos, generarían su propia energía, o sus desperdicios orgánicos.
En el caso de la policía y los servicios de bomberos, se debería tender hacia la incorporación de ciudadanos voluntarios en las organizaciones regulares. En cierto modo, esto es similar a la práctica de algunas cooperativas de requerir que sus miembros realicen ciertos servicios ellos mismos para evitar la creación de una jerarquía que comiera a costa de los asalariados. El fomento de extender la propiedad de armas de fuego como una fuerza disuasoria es un modo de reducir hasta donde es posible la necesidad de una policía organizada. El fomento de organizaciones de defensa de barrio armadas, a cargo de la policía «oficial», interviene igualmente en la dirección correcta.
En algún punto tales organizaciones benéficas deberían combinarse con las organizaciones «públicas», con las tropas comitatus (N.T: no entiendo qué quiere decir aquí, “comites” es “compañeros” en latín) suplantando completamente la aplicación profesional de la ley. Combinado con jurados libres locales autorizados a juzgar tanto la ley como los hechos, y con milicias populares, sería en buena medida una vuelta al ideal anglo republicano libertario del siglo XVIII.
La administración local y los servicios sociales son un área en la cual las bases «contrainstituciones» pueden ser sobre todo eficaces en la coordinación con el movimiento político. Las asambleas vecinales, vigilantes de policías/ organizaciones de guardia del barrio, uniones de arrendatarios, etc., las formas de organización de las comunidades locales son un modo excelente de formar el núcleo de un futuro sin Estado. Tales organizaciones pueden coordinar sus actividades con cooperativas vecinales, bancos mutuos, y pueden emprender proyectos de energías alternativas y autosuficientes. Experimentos más tempranos como las cooperativas de Berkeley, el programa de leche de la escuela Pantera Negra, o la Organización de Adams-Morgan (detallado en Community Technology de Karl Hess) son modelos excelentes que añadir.
Hay una muy amplia área en la cual la política descentralista y populista de Karl Hess se superpone con la de Lorenzo Komboa Ervin; existe un frente demasiado amplio para suprimir el Estado, si una comunidad fuerte lo apoya.
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One Response to Descentralización y mutualización de los servicios «públicos»
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« El monopolio del dinero – Traducción de Kevin Carson El mutualismo »
Me considero anarquista, soy bastante joven y prefiero las vías revolucionarias del anarquismo, pero me atrae mucho la idea de un sistema mutualista. Aún así, siento que sería complicado dar este paso en la organización de los servicios y la creación de bancos del pueblo. El tema de la educación es lo que más me preocupa, yo soy de Argentina y el panorama acá es tan triste, al punto que hay familias que envían a sus hijos a escuelas públicas para que puedan comer. ¿Cómo se podría crear una cooperativa escolar en un barrio en el que hay familias que no cuentan ni con servicios públicos?
Saludos cordiales.