La falacia del mercado depredador.
Escrito por Víctor L.
Una de las creencias falaces que aun sostienen muchos, incluso de entre los que comienzan a inclinarse por el libre mercado, es que este depreda los recursos y, por tanto, es necesaria una intervención ajena a él para ponerle coto.
Podríamos preocuparnos por cuestiones secundarias como por qué el libre mercado es más depredador que el comunismo, si ambos, en teoría, producen para satisfacer las necesidades o demandas de los consumidores: ¿el papel, los lápices y los muebles comunistas consumirán menos árboles que el papel, los lápices y los muebles mutualistas?
Pero no nos detendremos aquí: lo que los detractores del mercado sostienen es que las empresas estarán interesadas en fabricar productos de corta duración para aumentar su tasa de rotación de existencias (es decir, para producir/comprar y vender mucho) y que, por tanto, en este punto el interés individual se torna contra sí mismo.
Esta y otras muchas cuestiones ambientales ya fueron tratadas en Apuntes de ecología anarquista, pero me gustaría remarcarla especialmente.
Los productores de electrodomésticos y productos tecnológicos, los principales acusados de tales prácticas, poseen el monopolio exclusivo –patente- del diseño de sus propios productos, lo que imposibilita que puedan ser reparados por terceras empresas.
En un genuino libre mercado –tal como el mutualista- cualquier empresa pequeña o mediana podría fabricar las piezas averiadas de otras compañías, alargando la vida de dichos productos y eliminando los incentivos para reducirla artificialmente desde las propias compañías.
Como resultado, el derroche de recursos que tiene lugar hoy en día que, aparentemente, es consecuencia del mercado, desaparecería en un verdadero mercado libre.
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A mí me parece que en condiciones de libre mercado, anulando las patentes por ejemplo, el desarrollo tecnológico se inclinaría a la fabricación productos de mayor calidad y duración que puedan ser reacondicionados y reutilizados. Sumando la posibilidad de desarrollar mecanismos que faciliten el reciclado de ciertas piezas reemplazables. Estas necesidades existen hoy en los consumidores aunque los fabricantes no las quieran ver. Lo que sucede hoy día se da por la falta de opciones que tenemos siendo obligados a comprar productos baratos de mala o mediocre calidad que a la larga salen muy caros porque su durabilidad es cada vez menor. El clásico dicho de mi abuelo: “lo de antes duraba más”.
Además sucede que hoy tanto los fabricantes capitalistas como los consumidores no miden bien los gastos, por ejemplo los gastos en la obtención de materias primas y los gastos de la acumulación de desecho y posibles procesos de eliminación y/o reciclado. Tener lugares donde amontonar los desechos implican gastos, aunque hoy nadie los quiera asumir. En el caso de un libre mercado estos gastos los tendrían que cubrir los consumidores por eso no les convendría comprar productos baratos de poca vida útil y de difícil o imposible reacondicionamiento.
Otra cosa que creo muy probable es que la fabricación de productos en masa, o sea en serie, llegara a su fin o se reducirá drásticamente. Hoy es sabido que el usuario final o consumidor desea, necesita y le es más rentable adquirir un producto personalizado y adaptado a sus necesidades que un producto genérico. Las empresas intentan presentar una gran variedad de opciones pero parecen ser insuficientes. Esto inclinaría hacia un modelo de producción más cercano al producto artesanal.