La moraleja del panadero

Sep 28 • Mutualismo • 461 Views • No hay comentarios en La moraleja del panadero

panaderia

En una economía deformada por el privilegio, el monopolio y las subvenciones masivas, miramos con sorpresa lo que en otro caso nos parecería lógico y natural. No son las monstruosas fábricas de las multinacionales -ubicadas a miles de kilómetros de sus puntos de consumo- lo que llama nuestra atención, sino las diminutas islas de socialismo, casi medieval, situadas a en nuestros propios barrios. Hablo, por supuesto, de las panaderías; el paraíso económico de Chesterton y Schumacher.

En ellas se plasman gran parte de los ideales del mutualismo: la producción y la distribución se realizan a pequeña escala, trabajo y el capital están casi completamente unidos, el empleo asalariado cumple solo una función auxiliar y las franquicias o grandes empresas de pan (p.ej. Panishop, o los servicios de panadería del Corte Inglés o Mercadona) están relegadas a puestos marginales en el mercado.

Y sin embargo, nada parece más racional que centralizar la producción en unos pocos lugares para distribuirlo a gran escala para el mercado masivo, tal y como hace Mercadona con sus panes plastificados. Pero ni los panes de Mercadona son más baratos que los del panadero de mi barrio ni han conseguido desplazarlo, ¿por qué?

Los estatistas mantienen que se debe gracias a los horarios restringidos, que garantizan a los pequeños propietarios una “competencia justa” frente a las grandes superficies. La realidad, en cambio, nos demuestra que esos pequeños propietarios ya han solventado el problema de los horarios haciendo turnos (p. ej. mi panadero trabaja desde la madrugada hasta las primeras horas de la mañana, y su mujer toma el relevo hasta el medio día) y que, además, el pan se acaba antes de que cierren la persiana. Las grandes empresas no obtendrían ninguna ventaja de la libertad de horarios.

Otros estatistas apuntan a la restricción municipal del porcentaje de metros de suelo comercial que pueden tener las grandes superficies, pero esto no explica por qué las panaderías ganan frente a, p. ej. Mercadona, cuando ambas están igualmente distribuidas en una misma ciudad, ni por qué Panishop se mantiene tan lejos del límite de suelo comercial –y, de hecho, ni siquiera es una gran superficie-.

Lo cierto es que es tan sencillo como que no existen economías de escala en la producción y distribución de pan. En el lado de la producción, un pequeño horno eléctrico o de leña puede adecuar la oferta a la demanda local, sin necesidad de producir en masa para distribuir los costes fijos entre un gran número de unidades. En el lado de la distribución, al ser el pan un bien que los consumidores compran diariamente, estos no están dispuestos a hacer desplazamientos largos  (como lo están, por ejemplo, a la hora de hacer compras quincenales en un supermercado) y valoran más las redes de distribución cortas. Lo mismo sucede con otros bienes de consumo diario como los periódicos.

¿Cuál es la moraleja de todo esto? Que, cuando los costes de desplazamiento son demasiado altos desde la perspectiva del consumidor, los puntos de venta tienden a reducirse y descentralizarse para minimizar tales costes. Del mismo modo que la extensión del coche en los años veinte redujo el coste de desplazamiento y aumentó el tamaño de los establecimientos minoristas (véase el caso de Sears), unas carreteras privatizadas/mutualizadas actuarían en sentido contrario.

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