La sociedad del espectáculo
Hace tiempo que XXI nos recomendaba en un comentario el libro La Sociedad del Espectáculo, de Guy Debord:
http://www.sindominio.net/ash/espect.htm
deben leer a Guy Debord, en La Sociedad del Espectaculo
porque la sociedad es demasiado compleja como para negar el fetichismo de la mercancia, la dictadura mercantil, el imaginario de progleso y desarrolismo bajo el capitalismo y suponer que todos los medios de produccion nos servirian a los trabajadores. Cual es el adelanto de que la Coca Cola este administrada bajo control obrero, o que Macnonalds este tambien administrado bajo control obrero.
Hace un tiempo que leí el libro, y aunque no me ha influido demasiado, puedo decir que disfruté leyéndolo. En esta reseña voy a contar algunas de mis impresiones del libro, sin pretender hacer un análisis riguroso.
Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. [Capítulo 1, párrafo 1]
La Sociedad del Espectáculo es un libro difícil. A lo largo de sus 221 párrafos numerados no hace un análisis riguroso del capitalismo, sino una descripción sobre metáforas sugerentes y juegos de palabras ingeniosos, que usa a menudo las contradicciones tan propias del hegelianismo, para explicar cómo una cosa es a la vez su contraria.
Es tentador pensar que es un precedente de la banalidad posmoderna, que usa frases enrevesadas pero altisonantes para ocultar que tiene poco o nada que decir. Por desgracia creo que esto es verdad al menos para una parte de los situacionistas. Pero eso sería demasiado fácil. Creo que La Sociedad del Espectáculo realmente tiene algo que decir.
A lo largo del texto aparecen decenas de definiciones y ejemplos distintos de lo que es el espectáculo, sin que ninguna parezca ser la canónica. Sin embargo a medida que se lee el texto se llega a comprender, si acaso intuitivamente, el sustrato común a todas esas manifestaciones.
El espectáculo es una relación social entre personas mediatizada por imágenes. [capítulo 1, párrafo 4] Es la manera en que las personas se relacionan a través de la producción y consumo de mercancías en el capitalismo avanzado. Es la manera en que el capitalismo se presenta a sí mismo. Este concepto es una extensión de los conceptos marxistas de alienación y de fetichismo de la mercancía (capítulos 1, La separación consumada, y 2, La mercancía como espectáculo).
El espectáculo presenta la separación como unión y la unión como separación. Por ejemplo, nos presenta la acumulación de mercancías idénticas del capitalismo como una sucesión de productos distintos, separados tan sólo por la imagen de su marca. Nos presenta la sociedad capitalista como una sociedad unitaria mientras oculta la separación entre el proletariado y la burguesía. Nos presenta varias facciones y partidos políticos como alternativas al sistema, ocultando que todas ellas son parte del movimiento único del capitalismo (capítulo 3, Unidad y división en la apariencia).
Más aún, las ideologías revolucionarias se muestran como opuestas al sistema cuando en realidad le sirven. Los sindicatos, los partidos y la burocracia que se forma en ellos no se salvan. El socialismo de estado de los países como la Unión Soviética y China está basado también en el espectáculo, sólo que concentrado en el estado burocrático (capítulo 4, El proletariado como sujeto y representación).
El espectáculo es la ruptura de una utópica unidad imaginada por Debord que existía en una prehistoria mítica. Todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación. [Capítulo 1, párrafo 1] Esta unidad deberá ser recuperada por la organización revolucionaria del proletariado en consejos obreros libremente federados, con delegados bajo mandato imperativo, muy en la línea del comunismo de consejos y también del anarcocomunismo:
[El consejo obrero es] el lugar donde las condiciones objetivas de la conciencia histórica se reúnen; donde se da la realización de la comunicación directa activa, donde terminan la especialización, la jerarquía y la separación, donde las condiciones existentes han sido transformadas «en condiciones de unidad». [Capítulo 4, párrafo 116]
En línea con todo esto, Debord analiza cómo se perciben el tiempo y el espacio en la sociedad espectacular, y propone en contraste una concepción no alienada del tiempo (capítulos 5, Tiempo e historia, y 6, El Tiempo espectacular) y del urbanismo (capítulo 7, El acondicionamiento del territorio). En el capítulo 8, La negación y el consumo de la cultura, hace una crítica de la cultura y del arte, que deben ser dialécticamente superados.
El espectáculo ha empobrecido la vida, y ha expandido de este modo el proletariado, que sigue siendo una clase revolucionaria (capítulo 4). Esto ha sido hasta cierto punto confirmado por los varios intentos de levantamientos revolucionarios obreros, en la primera mitad del siglo XX, organizados en consejos obreros, en lugar de en torno a entidades burocráticas como partidos o sindicatos. Algunos de ellos fueron en Munich en 1918 (en el que participó Gustav Landauer), en Hungría en 1956, y en cierto modo, en Francia en 1968. [1] Parece que estas insurrecciones siguen un mismo patrón que los comunistas consejistas y los situacionistas detectaron. En efecto, parece que entonces este tipo de levantamientos fueron posibles y eran una esperanza revolucionaria creíble. Sin embargo, la historia ha mostrado que esta tendencia ha desaparecido después de los años sesenta. A día de hoy parece muy difícil apelar a que los trabajadores tomen su lugar de trabajo y se subleven contra el estado, entre otros motivos, por la deslocalización de la industria, la legislación laboral (aunque actualmente esté en retirada) y la generalización del trabajo temporal.
Hay que señalar que Debord no pretende exponer una ideología ni proponer una sociedad nueva. Es un crítico impenitente de la ideología
(capítulo 9, La ideología materializada). Tanto rodeo intelectual no quita, sin embargo, que las ideas situacionistas sí son una ideología y sí son una propuesta política; si no fuera así, no se molestarían en criticar el capitalismo ni en proponer una práctica revolucionaria.
El libro hace algunas aportaciones interesantes al marxismo. En el capítulo 4 pretende conciliar la aparente contradicción entre la teoría y la praxis marxista. Contrastando las ideas de Bakunin y de Marx, llega a la conclusión de que la teoría revolucionaria – la teoría que explica por qué la revolución es posible y necesaria – y la praxis revolucionaria son inseparables, y se verifican mutuamente. [2]
Asimismo, todo el libro puede entenderse como un intento de resolver el rompecabezas que preocupaba a los marxistas desde los años 90 del siglo XIX. ¿Por qué no se cumplen las predicciones marxistas? ¿Por qué el proletariado no se ha hecho aún más pobre? La respuesta de Debord es, en resumen, que la explotación hay que buscarla ahora no tanto en la plusvalía, sino en el espectáculo, que es el capital en un grado tal de acumulación que se transforma en imagen. [Capítulo 1, párrafo 34] La miseria de los proletarios ya no está en el empobrecimiento material sino en el empobrecimiento de la vida a través del espectáculo.
En resumen: El consumismo, la publicidad y la propaganda parecen ser inherentes al capitalismo contemporáneo. Quienes piensan que estas características provocan alienación, aburrimiento y empobrecimiento de la vida no están faltos de razón, y encontrarán en este texto una muy buena crítica. Debord no duda en criticar el socialismo de estado ni el sindicalismo e izquierdismo de su tiempo. Además es un crítico impenitente de la ideología, lo que obligaría a un situacionista coherente a cuestionar y revisar sus ideas constantemente, evitando que estas puedan ser recuperadas por el capitalismo. Creo que esto casa bien con el anarquismo individualista de raíz stirneriana, y sin embargo no cae en el espontaneísmo anti-organización que a veces se ve por ejemplo en el anarquismo insurreccionalista. En el libro también se encuentra una original continuación del pensamiento marxista. Más allá de esto, su propuesta revolucionaria está completamente desfasada actualmente.
***
[1] Enragés y Situacionistas en el movimiento de las ocupaciones de René Viénet es una crónica situacionista de los sucesos de mayo de 1968, que la coloca históricamente en relación con los demás levantamientos consejistas que menciono. Véase especialmente el capítulo 1.
[2] En este capítulo aprovecha para criticar a los anarquistas individualistas, ya que en sus variantes individualistas, las pretensiones del anarquismo resultan irrisorias. [Párrafo 92]
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5 Responses to La sociedad del espectáculo
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« Sobre «El Mito del Peronismo como Pecado Original» Una reflexión sobre las ideas situacionistas »
Ésto es sólo una introducción, en el siguiente post haré la crítica.
El periódico venezolano El Libertario linka una entrevista con Miquel Amorós que aclara bastantes cosas sobre el situacionismo y el movimiento que culminó en el Mayo del 68:
http://periodicoellibertario.blogspot.com.es/p/anarquismo.html
(Segundo párrafo, «Anarquismo, situacionismo y Mayo del 68».)
Obra maestra de obligada lectura, con un párrafo tienes pa’ semanas jajaja
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