Mises vs. Borsodi: las economías de escala
Ludwig von Mises, dada su benevolencia habitual con los grandes negocios, explicaba las economías de escala como el reverso de la división del trabajo: las grandes fábricas centralizaban la actividad de multitud de talleres artesanos dispersos y permitían la parcelación interna de las operaciones, aumentando la productividad:
La concentración de factorías surge al mismo tiempo que la división del trabajo. El taller del zapatero concentra ya la fabricación del calzado, que anteriormente producía cada uno individualmente. La aldea de zapateros y la manufactura del calzado concentran la producción para un territorio más extenso. La fábrica de calzado, organizada para la producción en masa, representa una etapa todavía más avanzada de la concentración; en sus diferentes subdivisiones, el agrupamiento de las actividades idénticas, el agrupamiento que es la contraimagen de la división del trabajo, constituye el principio fundamental.
[…]
La concentración no es otra cosa que el reverso de la división del trabajo. Esta última conduce a sustituir una multitud de fábricas similares, en el seno de las cuales se desarrollan procesos diferentes de producción, por una multitud de fábricas diferentes en las cuales se desarrollan procesos semejantes.
Paradójicamente, en El socialismo, libro donde se proponía desmontar los mitos del marxismo, mantiene posiciones casi marxistas respecto a la teoría del monopolio:
El término lógico de esta evolución sería la existencia de una fábrica única para cada rama de la producción si el vínculo que mantiene con la producción de las materias primas no obrase en sentido contrario.
Claro, lo contrario le habría supuesto abandonar su habitual benevolencia con los grandes negocios y adoptar posturas más radicales a favor de los trabajadores y la producción a pequeña escala.
A continuación Mises afirma que “la ley del agrupamiento óptimo de los factores de producción […] indica el tamaño que permitirá, en cada caso, el rendimiento más alto”, y que tal rendimiento “será tanto más elevado cuanto dicho tamaño permita una utilización más completa de todos los factores puestos a trabajar en la producción”.
Implícitamente, la presentación de Mises es otra forma de decir que las corporaciones a gran escala, predominantes en su época, eran aquellas que permitían el rendimiento más alto.
Sin embargo, existen buenos motivos para pensar que esto no era así. En primer lugar, el aumento de problemas de agencia como la información asimétrica, el oportunismo o los conflictos laborales es proporcional al tamaño de la organización, lo que en última instancia repercute en la utilización óptima de los factores de producción. Y, lo que quizá sea más importante: aceptando que las grandes corporaciones, en el contexto del capitalismo estatal, sean las que hacen una “utilización más completa de los factores puestos a trabajar en la producción” eso no significa que actúen con la máxima eficiencia, sino que han conseguido adaptarse a un ecosistema en que una parte de esos “factores puestos a trabajar en la producción” son gratuitos para las organizaciones lo suficientemente grandes como para recogerlos. Por supuesto, me estoy refiriendo a los costes de transporte.
Un tamaño mayor de la organización permite obtener economías de escala gracias a una división del trabajo más extensa en el interior de la fábrica, tal y como describe Mises, pero también tiene una contrapartida: los costes de distribución aumentan conforme mayor es el mercado abastecido, en lo que Kevin Carson ha bautizado como la “ley de Borsodi”: los costes de distribución anulan parcial o totalmente los beneficios de producción de las economías de escala.
Para probar su teoría, Borsodi se dedicó durante algún tiempo a cultivar tomates, registrando los costes en que iba incurriendo. El resultado final de su experimento fue sorprendente: sus tomates costaban un 20% menos que los comercializados por los agronegocios.
Quizá el pequeño zapatero del ejemplo de Mises no podía obtener economías de escala mediante una extensa división del trabajo, pero abastecía a un mercado lo suficientemente pequeño como para ahorrarse los enormes costes de distribución que supone proveer mercados a cientos o miles de kilómetros de distancia del centro de producción tal como Nike o Adidas, del mismo modo que Borsodi con sus tomates.
Claro que si tales costes de distribución son externalizados a expensas del contribuyente en forma de carreteras, ferrocarril, puertos y aeropuertos públicos, así como subvenciones a la construcción de barcos y aviones comerciales, tendremos que las organizaciones, para alcanzar una “utilización más completa de los factores puestos a trabajar en la producción”, tenderán a intensificar su red de distribución, del mismo modo que las jirafas alargaron su cuello para obtener los frutos de los árboles según la teoría de la evolución de Lamarck.
Después de todo, la producción a gran escala de nuestros días solo puede sobrevivir gracias a que gran parte de sus factores de producción permanecen al margen del sistema de precios.
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Fuentes:
El socialismo: análisis económico y sociológico, Ludwig von Mises
Organization Theory: A Libertarian Perspective, Kevin A. Carson
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