Panarquía

Ago 11 • Mutualismo • 11660 Views • 10 comentarios en Panarquía

William enlazó hace poco la web de panarchy, el proyecto para la convivencia simultánea pacífica de varios proyectos anarquistas (y no solo anarquistas) en el mismo espacio. Pego un grandísimo artículo de Max Nettlau al respecto. Recuerda sospechosamente demasiado a la «ley policéntrica» que dicen haber inventado los anarcocapitalistas; al menos, sí es cierto que tiene todos sus componentes esenciales.

 

Panarquía, una idea olvidada de 1860

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Por largo tiempo me ha fascinado la idea de cuán maravilloso sería que, en lugar de que las instituciones políticas y sociales se vayan sucediendo «una después de la otra», dicho término fuese reemplazado por este otro: «simultáneamente».
Ideas como «¡Abajo el Estado!» y «Sólo sobre las ruinas del Estado…» expresan las emociones y deseos de muchos, pero parece que solamente el «Elija su Estado» puede ayudar a lograr eso.

Cuando aparece una nueva idea científica, sus partidarios sencillamente empiezan a utilizarla, sin tratar de persuadir a los viejos profesores que no quieren seguirla, ni forzarlos a aceptarla o matarlos. Por sí mismos ellos se rezagarán, perderán reputación y se secarán, siempre que la nueva idea esté llena de vida. Muchas veces la malicia o la estupidez pondrán obstáculos a la nueva idea; de ahí que es preciso luchar arduamente para lograr la tolerancia mutua e incondicional. Sólo así la ciencia florece y avanza, pues su fundamento es la libre experimentación e investigación.

Nadie debiera tratar de «poner todo en la misma canasta». Ni siquiera el Estado puede conseguirlo. Los socialistas y anarquistas escaparán a su poder. Tampoco nosotros (los anarquistas) podríamos hacerlo, porque los estatistas seguirán existiendo (es un hecho). Además, será mejor para nosotros no introducir luchas a muerte en nuestra sociedad libre. La famosa cuestión «¿Qué debemos hacer con aquellos reaccionarios que no se adapten a la libertad?» tendrá una solución simple: En tanto así lo deseen, podrán conservar su Estado. Para nosotros eso no tendrá importancia. No tendrán sobre nosotros más poder que el que tienen las ideas excéntricas de alguna secta que a nadie interesa. Esto ocurrirá tarde o temprano. La libertad se abrirá camino por sí misma, dondequiera que sea.

Una vez estábamos en un vapor en el Lago Como. Una maestra abordó el barco con un gran grupo de niños. Ella les ordenaba que permanecieran sentados y no se empujaran unos a otros. Sin embargo, cuando apenas ponía orden en algún grupo, otro grupo de niños ya se había puesto de pie, y cuando intentaba poner en orden a todos y creía haber terminado su labor, se encontraba rodeada del mismo desorden que antes. En lugar de ponerse más severa, la joven maestra se rió de sí misma y dejó a los niños en paz. De todas maneras, la mayoría terminó sentándose por propia iniciativa. Este es un ejemplo inocente que demuestra que, cuando se le deja en libertad, todo termina por resolverse mejor.

En conclusión: antes de que la idea de TOLERANCIA MUTUA en todos los asuntos políticos y sociales termine encontrando su camino, lo mejor que podemos hacer es prepáranos para ello -practicándola en nuestra vida y pensamiento diarios. ¿Acaso no seguimos atentando contra ella cada día?

Mis palabras van dirigidas a decir lo mucho que amo esta idea, y a manifestar mi gran placer por haber encontrado el ensayo de un pionero de esta idea, una idea de la que no se habla mucho en nuestra literatura.

Me refiero al artículo «Panarchie», escrito por P. E. De Puydt, en el «Revue Trimestrielle» (Bruselas), Julio 1860, pp. 222-245. El autor, que me es desconocido y sobre el cual no hablaré, probablemente vivía apartado de los movimientos sociales. Pero tenía un visión clara de la medida en que el actual sistema político, según el cual TODO debe someterse a un gobierno constituido por decisión mayoritaria (o de alguna otra manera), contradice los requisitos más elementales de la libertad.

Sin identificarme con sus propias metas, deseo resumir sus puntos de vista y señalar algunos detalles. Nos sentiremos más cercanos a su idea si sustituimos en nuestra mente la palabra «gobierno» – que De Puydt utiliza siempre – por el término «organización social», sobre todo porque el mismo autor proclama la coexistencia de todas las formas de gobierno, «incluida la AN-ARQUÍA del señor Proudhon».

De Puydt se declara partidario de las enseñanzas del «Laissez faire, laissez passer» (la escuela de Manchester de la libre competencia sin intervención del estado). No hay medias verdades. De esto concluye que la ley de libre competencia se aplica no sólo a las relaciones industriales y comerciales, sino que también debiera traérsela y dejarla que se abra paso en la esfera política.

Algunos dirán que hay exceso de libertad, otros dirán que no hay suficiente libertad. Sin embargo, se está perdiendo la libertad fundamental, precisamente la más necesaria: la libertad de ser libres o no serlo, de acuerdo a la propia elección. Cada uno decide esta cuestión por sí mismo, y puesto que hay muchas opiniones, tantas como seres humanos, el resultado es esa mezcla confusa llamada política. La libertad de una parte es la negación de la libertad de los otros. El mejor gobierno nunca funciona de acuerdo a la voluntad de todos. Siempre hay vencedores y vencidos, opresores en nombre de la ley actual e insurgentes en nombre de la libertad.

¿Quiero proponer mi propio sistema? ¡Por supuesto que no! Estoy abogando por todos los sistemas, esto es, por todas las formas de gobierno que encuentren a sus propios seguidores.

Todo sistema es como un conjunto de apartamientos (casas) en el cual el propietario y los principales tenedores están mejor acomodados y más a su gusto. Los otros, para los que no hay suficiente espacio, están insatisfechos. Yo odio a los destructores tanto como a los tiranos. Los insatisfechos deberán buscar su propio camino, pero sin destruir el edificio. Lo que no les gusta a ellos puede gustar a sus vecinos.

¿Deberían emigrar y buscar para sí mismos, en algún lugar del mundo, otro gobierno? Por supuesto que no. Ni tampoco debiera deportarse a nadie por sus opiniones. «Yo deseo que continúen viviendo donde están, o donde sea, pero sin lucha, como hermanos, cada uno hablando libremente y subordinándose sólo a aquellos poderes que cada uno, por sí mismo, haya elegido o aceptado.

Volvamos a nuestra materia. «Nada se desarrolla ni perdura si no se basa en la libertad. Nada puede sostenerse ni funcionar con éxito, excepto mediante el libre juego de todos sus elementos activos. De otro modo perderá energía por la fricción y el rápido deterioro de sus engranes y las muchas fracturas y accidentes. Por tanto, exijo para todos y cada uno de los elementos de la sociedad humana (los individuos) la libertad de asociarse con otros, de acuerdo a sus elecciones y empatías, para trabajar sólo de acuerdo a sus capacidades; en otras palabras, el derecho absoluto para elegir la sociedad política en la cual desea vivir y depender sólo de ella.»

Hoy en día el republicano intenta derrocar la actual forma del Estado para establecer su propia idea del Estado. Sus enemigos son todos los monarquistas y cualesquiera otros no interesados en su ideal. Sin embargo, de acuerdo a De Puydt, uno debiera proceder de un modo que corresponde a un divorcio o separación legal en las relaciones familiares. Propone una opción similar de divorcio para la política, una que no daña a nadie.

¿Alguien desea la separación política? Nada más simple que hacerlo al modo propio -pero sin infringir los derechos y opiniones de otros, los cuales, por su parte, tendrán que hacer un poco de espacio y dejarlo en plena libertad para que realice su propio sistema.

En la práctica una oficina de registro civil sería suficiente. En cada municipalidad habría una oficina para la CIUDADANÍA POLÍTICA de los individuos. Los adultos ingresarían a discreción a las listas de la monarquía, la república, etc.

Desde ese momento no serían afectados u obligados por los sistemas de gobierno de otros. Cada sistema se organizaría a sí mismo, tendría sus propios representantes, leyes, jueces, impuestos, sin importar que existan dos o diez de tales organizaciones en la vecindad.

Para las diferencias que pudieran surgir entre esos organismos, tribunales de arbitraje serían suficientes, como entre personas amigables.

Probablemente existirán muchos asuntos comunes a todos los organismos, que se arreglarán mediante acuerdos mutuos, como hacen los cantones suizos y los estados americanos y sus federaciones.

Puede haber personas que no quieran estar en ninguno de esos organismos. Ellas pueden propagar sus ideas y tratar de aumentar el número de sus seguidores, hasta lograr un presupuesto independiente que les permita pagar lo que quieren tener a su propia manera. Hasta entonces tendrán que pertenecer a alguno de los organismos existentes. Es sólo un asunto de finanzas.

La libertad debe ser tan amplia que incluya el derecho a no ser libre. En consecuencia, habrá clericalismo y absolutismo para aquellos que así lo quieran.

Habrá libre competencia entre los sistemas de gobierno. Los gobiernos tendrán que reformarse a sí mismos para asegurarse seguidores y clientes. Sólo se requerirá una simple declaración en la Oficina local de Ciudadanía Política, y sin necesidad de marcharse a otro lado, con todo y bata y pantuflas, uno podrá ser transferido de la república a la monarquía, del parlamentarismo a la autocracia, de la oligarquía a la democracia o incluso a la anarquía del señor Proudhon, todo según su propia elección.

«¿Está insatisfecho con su gobierno? Tome otro» – sin insurrección, sin revolución y sin fatigas; sólo dirija sus pasos hacia la Oficina de Ciudadanía Política. Los viejos gobiernos pueden continuar existiendo, hasta que la libertad de experimentación – aquí propuesta – conduzca hacia su decadencia y caída.

Sólo una cosa se exige: libre elección. La libre elección y la competencia… éstos serán algún día los lemas del mundo político.

Pero ¿no conduciría eso a un caos insufrible? Hay que recordar los tiempos cuando cada uno estrangulaba a los demás en las guerras religiosas. ¿Qué fue de estos odios mortales? El progreso del espíritu humano los ha disipado, igual que el viento se lleva las últimas hojas del otoño. Las religiones, en cuyos nombres ardían las hogueras y se daban las torturas, coexisten pacíficamente hoy en día, una al lado de la otra, ocupada cada una en su dignidad y pureza. Si eso fue posible en esta esfera, pese a todos los obstáculos, ¿no será también posible en la esfera de la política?

Hoy en día, cuando los gobiernos sólo existen gracias a la exclusión de otros poderes, cada partido domina luego de haber vencido a sus oponentes y la mayoría suprimido a la minoría. Es inevitable que las minorías, los oprimidos, se quejen e intriguen por su lado, y esperen el momento de la revancha, hasta alcanzar el poder. Pero cuando toda coerción es abolida, cuando todo adulto tenga siempre la libertad de elegir por sí mismo, tales luchas inútiles llegarán a ser imposibles.

Cuando los gobiernos queden sometidos a estos principios de libre experimentación y competencia, ellos mismos mejorarán y se perfeccionarán. No más volar, allá en las nubes, que sólo ocultan su vaciedad. Su éxito dependerá enteramente de sí mismos, de hacer las mejor y más baratas que los otros.

Las energías, que actualmente se desperdician en fricciones, resistencias y tareas inútiles, se unirán y promoverán el progreso y la felicidad del hombre, de maneras impredecibles y maravillosas.

Es posible que, luego de experimentar con gobiernos de todos tipos, las personas regresen a un solo gobierno, el más perfecto. Sobre eso, De Puydt afirma que, si así fuera el caso, este acuerdo general sólo se alcanzaría después del libre juego de todas las fuerzas. Y sólo podría ocurrir en un futuro muy lejano, «cuando la función del gobierno se reduzca a su mínima expresión». Mientras tanto, las personas tienen diferente mentalidad, y sus costumbres son tan diversas que sólo la multiplicidad de gobiernos es posible.

Alguno busca la excitación y la lucha, otro desea el descanso, otro más necesita aliento y ayuda, algún otro, el genio, no tolera que lo dirijan. Uno desea república, sumisión y renunciación, otro quiere la monarquía absoluta con su pompa y esplendor. El orador quiere un parlamento, el silente condena a los habladores. Hay mentes fuertes y débiles, unos ambiciosos y otros simples y satisfechos. Hay tantos caracteres como personas, tantas necesidades como naturalezas diferentes. ¿Cómo podrían todos quedar satisfechos con una sola forma de gobierno? Los satisfechos serán una minoría. Hasta el gobierno perfecto encontrará su oposición.

Bajo el sistema propuesto, todos los desacuerdos serán meramente como riñas caseras, con el divorcio como solución final.

Los gobiernos competirán entre sí, pero sus asociados (sus ciudadanos) les serán especialmente leales, puesto que su gobierno es el que corresponde a sus propias ideas. -Yo creo en «el poder soberano de la libertad para establecer la paz entre los hombres». No puedo anticipar el día y la hora que esto sucederá. Mi idea es como una semilla arrojada al viento. ¿Quién, en el pasado, había soñado con la libertad de pensamiento… y quién la pone en duda hoy?

Para su realización práctica, se podría, por ejemplo, establecer un periodo mínimo de un año para la pertenencia a una forma de gobierno.

Cada grupo encontraría y congregaría a sus seguidores cuando lo necesitara, así como lo hacen las iglesias con sus miembros o las corporaciones con sus accionistas.

La coexistencia de muchos organismos gubernamentales ¿conduciría a un exceso de servidores públicos y al correspondiente desperdicio de energías? Esta objeción es importante; sin embargo, una vez que tal exceso es descubierto, tiene que ser solucionado. Solamente los organismos verdaderamente viables persistirán, los otros desaparecerán por su propia debilidad.

¿Aceptarán estas propuestas los actuales partidos y dinastías gobernantes? Por su propio interés les convendría hacerlo. Estarían en mejores condiciones si lo hicieran con menos personas, pero todos ellos voluntarios y totalmente subordinados. Ninguna coerción sería necesaria contra ellos, ningún soldado, gendarme o policía. No existirían conspiraciones ni usurpaciones.

Un gobierno puede ser liquidado hoy, pero más adelante, cuando encuentre más seguidores, puede reestablecerse mediante un simple acto constitucional, como hacen las sociedades anónimas. Los pequeños honorarios pagarían a las oficinas de registro financiarían a las oficinas de ciudadanía política. Sería un mecanismo sencillo, uno que hasta un niño podría hacer…

Esta manera de pensar del autor, De Puydt, me recuerda algo de Anselme Bellegarrigue, tal como escribía en sus muchos artículos en el periódico «Civilization» de Tolouse, 1849. Ideas similares, sobre todo en relación a los impuestos, fueron expresadas años después por Auberon Herbert (impuestos voluntarios).

El hecho de que sus argumentos nos parezcan hoy más plausibles que lo que parecían a sus lectores de 1860 demuestra que algún progreso ha habido. Lo importante es EXPRESAR ESTA IDEA DE MANERA QUE CORRESPONDA A LOS SENTIMIENTOS Y NECESIDADES ACTUALES, y prepararse uno mismo para su REALIZACIÓN.

¿No es eso precisamente lo que hace más prometedora la discusión de estas ideas hoy en día?

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10 Responses to Panarquía

  1. rafael hotz dice:

    para mim, quando Puydt propos el sistema de «gobierno voluntario» estava a propor los sistemas de «agencias de arbitragem» de los ancaps…

  2. wg dice:

    ¿Así que la panarquía es sospechosa de ser anarcocapitalismo?

    ¿La «ética» anarcomutualista prohibe adherirse a un estado?

  3. Rafael creo también es ancap 😀 simpatizante del mutualismo, no veo una crítica, sino un comentario suelto.

  4. Rafael Hotz dice:

    foi uno comentario apenas… estoy en la metade del caminho entre el mutualismo e el «ancap» lo creo

    mas Puydt quando se refere a la «panarquia» se refere a possibilidade de escolher el sistema de leis e defesa, firmando uno contrato, y confunde la «anarquia del sr Proudhon» como la ausencia de tais serviços…

    de fato propunha algo anarquico nos termos ancap…

  5. Victor L. dice:

    Creo que WG se refería a mí.

    Relájate William y lee bien. 😀
    La panarquía me parece una idea estupenda, lo que digo es, precisamente, que los anarcocapitalistas la copiaron para diseñar la «ley policéntrica». De hecho, esa me parecía la mejor idea de los ancaps, aunque solo fuera un perfeccionamiento de las propuestas mutualistas anteriores.

  6. wg dice:

    Víctor, ¿tienes claro que la panarquía existiría en la misma ciudad donde vivirían los mutualistas y georgistas? Lo cual implicaría que tendrías que coexistir con tus odiados terratenientes. A lo mejor hasta te haces compadre de alguno de ellos. Con el peligro de que tu compadre visite a tu mujer cuando tú andes trabajando y ocupando…

    Sobre quién inventó la panarquía o la ley policéntrica, no sé. Creo que Molinari escribió varios años antes que De Puydt. Lo cual no importa.

  7. wg dice:

    ¿Se puede estar a la la metade del caminho entre el mutualismo e el “ancapismo”? ¿Se le expropiaría al terrateniente la metade de las suas terras, no mais…?

  8. rafael hotz dice:

    wg

    lo digo que tengo influcencias teoricas de los dois grupos…
    cuanto a terra tendo al mutualismo

    • Hugo dice:

      Rothbard fue influenciado por Mutualistas (Spooner y Tucker). Revisa los trabajos de Kevin Carson, es un Mutualista Austriaco.

  9. Victor L. dice:

    Entonces eres un mutualista austriaco 😀

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