Peter Klein sobre las subvenciones a la electricidad
A raíz de la carta de Roderick Long sobre Wal-Mart, se ha desarrollado un interesante debate en su blog. Peter Klein plantea una buena objeción a Kevin Carson. Este sostiene que a partir de la extensión de la electricidad, virtualmente todo el mundo puede utilizar esta energía para autoemplearse sin necesidad de vender sus servicios a otros. Solo existe un problema: las subvenciones al transporte permiten a las grandes empresas exteriorizar sus costes de distribución y maximizar sus economías de escala, desplazando a los más eficentes productores autoempleados.
En este punto, Peter Klein apunta que la extensión de la electricidad en las áreas rurales en Estados Unidos ha sido subvencionada por el Estado:
Una pregunta para Kevin. Tu mención sobre «el potencial descentralizador de la energía eléctrica» en tu argumento de que, en ausencia de incentivos estatales para transporte de larga distancia, la producción tendería a organizarse en líneas locales. ¿Has investigado tú, o algún otro, el efecto de los subsidios estatales a la generación eléctrica (y servicio telefónico) en la viabilidad de las comunidades rurales? En los Estados Unidos, los programas de electrificación rural y los subsidios universales para servicios de telefóno sirven para transferir riqueza desde las áreas urbanas y suburbanas a las áreas rurales. Dadas las economías de escala en la producción de servicios de electricidad y comunicaciones, ¿es probable que la producción local y artesanal en áreas lejanas de los centros urbanos fueran viables económicamente sin subsidios estatales?
En primer lugar, Peter Klein falla al identificar la producción a pequeña escala como exclusiva de las áreas rurales.
Aun aceptando que las subvenciones a la electricidad fuesen significativas y fomentasen el autoempleo de los trabajadores rurales (y por lo tanto, su supresión tendiese a disminuirlo), en un libre mercado las economías de escala de las grandes corporaciones estarían fuertemente limitadas por los costos de distribución, y serían incapaces de aprovechar las exenciones fiscales a la depreciación del capital, la exención del impuesto sobre ventas -mediante interiorización de la producción- o las subvenciones a la I+D, de las cuales se valen actualmente para sobrepasar a las pymes. En ese contexto, los trabajadores probablemente podrían alcanzar economías de escala con fábricas todavía relativamente pequeñas, equipadas con tecnologías multiusos y adecuadas a los mercados más reducidos.
La producción a gran escala necesita grandes mercados que puedan absorber los altos costos fijos de la misma, y las ciudades –tomadas aisladamente- no pueden hacerse cargo de lo que actualmente está absorbiendo todo un mercado global. De ese modo, para sobrevivir, las grandes fábricas deberían atender mercados cada vez más alejados, disparando sus costos de distribución. En definitiva, incluso en las áreas urbanas las empresas pequeñas podrían ser competitivas.
En segundo lugar, los programas de tendidos eléctricos y telefónicos no siempre ni en todas partes están subvencionados; incluso en España existen muchas zonas sin electricidad o servicios de teléfono, y en muchas ocasiones las beneficiarias de tales subvenciones son precisamente las grandes corporaciones:
Cinco empresas, que consumen cerca del 4% de toda la energía demandada por los 27.551.929 consumidores que hay en España, pagarán por cada kWh consumido 1,5 céntimos, mientras que los consumidores acogidos a la Tarifa Social (que podrían ser unos 4,5 millones de hogares) pagarán cerca de 11 céntimos, es decir, más de siete veces más. [1]
En tercer lugar, Peter Klein considera que los habitantes de las ciudades son “contribuyentes netos” que subvencionan a los habitantes de las áreas rurales. Esto choca con dos objeciones. Por un lado, las grandes ciudades suelen ser centros administrativos que concentran vía impuestos los recursos de toda un área dispersa, albergan universidades, puertos, eventos deportivos o culturales y sufragan (o han sufragado) su industria a costa del contribuyente rural, directamente –como en Japón, Italia, España, etc.- o indirectamente, mediante aranceles –como en EEUU-.
Y por otro lado, los grandes asentamientos urbanos requieren de grandes obras hidráulicas que recaen una vez más sobre la población rural:
El gasto, tan descomunal, de agua que realizan las ciudades sólo puede mantenerse expoliando a los municipios más o menos cercanos ese vital recurso natural. En el caso de Madrid, utiliza una red de grandes presas, cuya agua es llevada a la capital por el canal de Isabel II, constituido en 1851. [2]
Sin duda organizaciones privadas podrían llevar a cabo esta tarea, pero deberían asumir los costos completos de la misma.
Aun y todo, y aunque el Estado subvencionase los tendidos eléctricos y telefónicos, no es menos cierto que los ha encarecido con licencias y, sobre todo, patentes. Sobre la telefonía:
Vail [ejecutivo de Bell Company] hizo siempre hincapié en la importancia de proteger legalmente las patentes existentes y de obtener otras nuevas mediante investigación y desarrollo.
[…]
Pese a los prolongados pleitos legales y a la investigación y al desarrollo continuado, el número de compañías independientes locales se incrementó, especialmente después de que, en la década de 1890, caducaran las patentes básicas de Bell. El número de aparatos en manos de las compañías independientes pasó de 30.000 en 1894 a 656.000 en 1899. [3]
Y sobre la electricidad:
Edison Electric, fundada en 1889, fue fruto de la unión de tres compañías manufactureras, una empresa de patentes propiedad de Edison y la Sprague Electric Railway & Motor Company. [4]
Por lo tanto, es probable que las subvenciones estatales cubran la diferencia entre el precio de la electricidad bajo patente (y licencias) y el precio de la electricidad sin patente. No se trata de que llevar el tendido eléctrico a las áreas rurales sea deficitario per se, sino de que la empresa propietaria de las patentes puede reducir la oferta para elevar el precio, y las empresas competidoras no pueden instalar tendidos sin incurrir en altos costes (pleitos, concesión de patente, etc.), como sucedió en el caso de Bell.
En conclusión, las subvenciones a los tendidos eléctricos y telefónicos, donde existen o no revierten en beneficio de las grandes empresas, quedarían anulados por las patentes y licencias; la transferencia de riqueza desde las áreas rurales a las urbanas y los costes de distribución.
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[1]: http://www.greenpeace.org/espana/news/las-tarifas-electricas-esconde
[2]: Félix Rodrigo Mora, Naturaleza, ruralidad y civilización, pp. 243-4
[3] Alfred Chandler, La mano visible, pp. 295-6
[4]: Ibídem, p. 600
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6 Responses to Peter Klein sobre las subvenciones a la electricidad
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Me ha gustado como lo has planteado. Oye deberías de dejar de tomar siestas y dedicarte más a hacer este tipo de cosas, ¿no?:P
Creo que esta vez la daré la razón más a Peter Klein. Si creo que es más importante el peso de las urbes y que estas subvencionan el campo, claro matizando el peso fiscal de la región de influencia de la urbe.
El fenómeno de megaconcentración de la ciudades creo alguna vez lo explicamos con wg, creo, pero por hoy voy a dormir 😛
¿En que te basas al decir que las ciudades subvencionan al campo? ¿Que ventaja tendria una ciudad en una sociedad libre sobre el campo?
Históricamente ha sido exactamente al revés, aunque hoy en día concedería que no está tan claro, ya que existen fuerzas en ambos sentidos. En ese sentido, las ciudades tienen la ventaja de la «subvención de la historia».
El atractivo de las ciudades en, por ejemplo, la Edad Media era el status jurídico de hombre libre de los que emigraban hasta allí, con el consiguiente derecho de adquirir propiedades, etc.
En la Antiguedad básicamente fueron centros administrativos y/o palaciegos que concentraban el tributo de las regiones circundantes; piénsese en Persépolis, Roma, Babilonia, Antioquía, las Alejandrías, Micenas, Siracusa, etc. Y las ciudades comerciales como Tiro o Cartago en cierto modo también vivían tanto de las áreas circundantes como, especialmente, del comercio monopólico.
Ya en la Edad Moderna es evidente que el Estado (absoluto) también ha fomentado la concentración en ciudades; véase las ciudades coloniales (Lima, por ejemplo), la expansión de Madrid, París, etc.
En la Edad Contemporánea, la revolución industrial se sufragó en buena medida a costa del campo: con fuertes tributos a la tierra, aranceles a los productos manufactureros y expulsión de campesinos. Kropotkin mencionaba que en Inglaterra muchos campos estaban deshabitados desde las enclosures, a pesar de que probablemente muchos obreros precarios estarían dispuestos a cultivarlas. Los grandes suburbios al lado de los latifundios en los países subdesarrollados son una situación análoga.
Además, todas las materias primas, alimentos, etc. son transportados desde las áreas rurales hasta las urbanas por carreteras públicas, lo que es una forma de subvención. El campo puede mantener su propia pequeña industria, pero la ciudad difícilmente puede proveerse de todas las materias y alimentos que necesita.
Respecto a la electricidad, sin impuestos y sin patentes podría ser mucho más accesible.
Por cierto, mandé un mail a Kevin Carson preguntándole sobr el tema y hoy me ha enviado su respuesta junto con la de Peter Klein. Mañana las cuelgo.
La impunidad de los «demasiado grandes»
http://ideasalvuelo.blogspot.com/2009/04/la-impunidad-de-los-demasiado-grandes.html
Es uno de los mejores blogs de economía y política mexicanas. Pero es liberal de centro-derecha.